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lunes, 25 de enero de 2016

El dinosaurio mexicano que se hizo una estatua

CONVERSACIÓN GLOBAL

El fallecido líder sindicalista Gamboa Pascoe pertenecía a la estirpe de los políticos eternos

Gamboa Pascoe, presentando su estatua El FINANCIERO
Los dinosaurios desaparecieron hace 75 millones de años por la caída de un asteroide. El líder sindicalista Joaquín Gamboa Pascoe falleció este mes de una forma mucho más sencilla y humana: por un derrame cerebral. Con su defunción, a los 93 años, murió también un superviviente de la primera mitad del siglo XX. Ese periodo convulso en el que México dio a luz una furiosa revolución y trazó un futuro imperfecto llamado PRI. Abogado, diputado, senador e incombustible sindicalista, Gamboa dedicó su existencia al poder. Un afán que floreció con inusitada fuerza en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la mayor central mexicana. No solo dirigió el conglomerado corporativo durante una década, sino que en octubre pasado fue reelegido para seguir al frente hasta 2022, es decir, hasta que cumpliese 100 años. Sí, 100 años.
Mucho más que un alarde gerontocrático, esa decisión se inscribe en una tradición que en México ha sobrevivido a diluvios y glaciaciones. La propia CTM tuvo como líder máximo hasta su defunción en 1997 al legendario Fidel Velázquez, fundador del PRI y de la central, de la que fue presidente durante 53 años. Velázquez, como su epígono Gamboa Pascoe y otros saurios, forman parte de una especie rocosa e imbatible que durante décadas ha cimentado las estructuras del Estado hasta confundirse con ellas. Aunque de esencia priísta, supieron sortear la caída del asteroide, bandearse con el PAN y resurgir con la vuelta del PRI. El mismo Gamboa, alérgico a las manifestaciones y defensor a ultranza del presidencialismo, cultivó excelentes relaciones con Vicente Fox y Felipe Calderón. Y a nadie le extrañó. Fiel a su estirpe, personificaba un arquetipo. Una rama oscura y pesada del árbol del poder. Poco importaba su decrepitud o su glorificación en vida, la autoridad le rendía pleitesía. Y él, a sí mismo. Hace un año, ordenó retirar los bustos de sus predecesores del patio de la central obrera y, ante los ojos complacidos de sus correligionarios, desveló una estatua de 2,70 metros y 198 kilos. Era un Gamboa Pascoe rejuvenecido. A sus exequias asistió todo el PRI.
Fuente: El País

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