Más de 1.400 denuncias se reportaron el 2014, según portal administrado por la PNP y CHS Alternativo. Del total de los casos registrados, un gran número son mujeres y mayores de 18 años. Aún no existe un registro nacional, pese a que hace 11 años se publicó una ley para su creación.
Milagros Berríos Ch. La familia Leiva Calderón buscó a un buscapersonas y no lo encontró. Rubén, el tercer hijo, salió de su casa en La Molina antes de la hora de almuerzo y no ha vuelto hace 29 días. La ausencia de las hipótesis policiales sobre el paradero del joven, que intentaba vender su auto, obligó a que sus hermanos y su madre emprendieran una frustrada cruzada de inexpertos detectives: compararon mensajes de texto, apuntaron fechas, sumaron y restaron horas. Podían despertar a las 3:00 a.m., salir a diligencias, lucir despeinados. Samuel dejó su trabajo en Estados Unidos y Daniel pidió licencia “hasta que él aparezca”. Su madre, Humbertha Calderón, dejó de tejer.
Mientras insisten en la misión de recuperar a Rubén, dejan atrás la posibilidad de encontrar a un especialista en el hallazgo de desaparecidos. Ahora, confían en un abogado. Los Leiva muerden la impaciencia: necesitan encontrar al hermano que dejaron de ver cinco días antes de la Navidad.
A partir del domingo 21 de diciembre, un día después de salir de su hogar, Rubén integró la lista de 1.468 personas reportadas como desaparecidas en Lima Metropolitana durante el 2014, según el registro administrado por la Policía Nacional con la colaboración de la ONG CHS Alternativo (www.peruanosdesaparecidos.org).
Su caso, como el de más de 1.000 limeños (68%), aún no se resuelve. Las familias de 571 menores y 897 adultos ya recorrieron, como los Leiva, hospitales, morgues y ríos. Su búsqueda tuvo hallazgos, pero no siempre los esperados: encontraron a varios NN pero no al ser querido.
La mayoría de casos llega a la División de Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri). Esta es una unidad integrada por un promedio de 50 efectivos, quienes se encargan de la constatación de los hechos, entrevistas a la familia o amigos, así como la notificación a la Fiscalía.
Allí se recogen las historias de quienes abandonaron su domicilio habitual con paradero desconocido. En Lima, ello ocurre cada seis horas. Al día cuatro personas desaparecen.
EL AUTO SIN DUEÑO
El sábado 20 de diciembre, cerca del mediodía, Rubén Eusebio Leiva Calderón (32) salió de su casa para concretar –según se sospecha– la transacción de su auto Kía Cerato de placa D6M-389. Era la primera vez que el asesor de ventas de vehículos ofertaba el suyo. Durante seis años, trabajó en las empresas Mass Automotriz y, hace un par de meses, en Yorks Motors, a la que renunció solo 2 días antes de desaparecer. A la fecha, ningún compañero de trabajo se ha acercado a la familia.
El rumbo del joven cambió entre las 12:30 p.m. y cerca de las 4:00 p.m., cuando apagó su celular. Los hechos ocurrieron en el centro comercial El Polo, de Monterrico, y el Jockey Plaza, de Surco, a donde acudió para realizar un pago en el Servicio de Administración Tributaria (SAT). La última persona con quien habló sería el pastor Josh Folliart, a quien le dijo que “bebió algo y no se sentía bien”.
El año pasado se reportó el extravío de 343 ciudadanos que, como Rubén, tenían entre 21 y 35 años. Este es el rango de edad que registra el mayor número de casos (ver infografía).
El miércoles 24, el vehículo del joven apareció en la urbanización Mayorazgo (Ate), a solo 10 minutos de su casa. Adentro estaba la laptop, un celular y una pastilla. La alarma estaba desactivada, la llanta izquierda desinflada y no había señal de forcejeo. Rubén no aparecía.
Con ese hallazgo, la policía le restó validez a la posibilidad de que el móvil sea un autosecuestro o el robo del vehículo.
Si bien la desaparición no es un delito, puede ser el síntoma de algunos como el secuestro, la trata de personas, la sustracción de menores a manos de un familiar y hasta el homicidio. “Temo que por no estar penado, la policía no le dé importancia y descuide su capacidad preventiva”, opina el presidente de la ONG Capital Humano y Social Alternativo (CHS), Ricardo Valdés, que ha recibido más de 500 casos.
A Deysi Liseth Gutiérrez Aybar la buscan hace 780 días.
En tan solo tres meses, la pequeña que se extravió en el mercado Carlos Vivanco de Ayacucho cumplirá 5 años.
El 14 de noviembre del 2012, su madre bajaba la carretilla en la que vendía radios, linternas y candados. Mientras lo hacía, de escalón en escalón, Deysi la esperaba. De pronto, Zulma alzó la mirada y, sin más, el diminuto cuerpo ya no estaba.
Ella acudió a la comisaría para reportar su tragedia. Allí le dijeron a esta madre que perdió a su hija: “Vuelva en 24 horas”. Eso tenía que esperar.
Este caso llegó a la Dirección General de Defensa Pública del Ministerio de Justicia, la cual recibe denuncias de familias –como la de Zulma– que no cuentan con recursos suficientes ni con la asesoría necesaria. “Hay una alta incidencia de personas que, a veces, escapando de un conflicto familiar, seducidas por proposiciones, ofertas o engaños abandonan su hogar, sin dar cuenta de su destino”, comenta Ernesto Lechuga, director general del mencionado órgano.
Si bien muchos casos están vinculados a crímenes, ¿qué esconden aquellos que abandonan su hogar y no vuelven voluntariamente? En los menores puede responder a problemas familiares, emocionales, presión de amigos, de la pareja y hasta seducción a través de las redes sociales. Otros buscan horizontes laborales, aunque muchos de estos casos se vinculan a la trata de personas.
Los adultos dejan su hogar por problemas con la pareja o desequilibrio emocional lo que, incluso, puede terminar en el suicidio. A esto se suman las desapariciones de los ancianos, que por afecciones de salud mental o física pierden el camino de retorno.
En comparación a estudios anteriores, CHS estima que por año desaparecerían entre 9 mil y 11 mil personas en todo el país. “En Lima se registran cerca del 15% y otro 85% desaparece en el interior”, apunta Valdés.
Las familias que esperan por el hijo o hermano desaparecido se concentran en regiones como Loreto, Cusco, Madre de Dios, Piura y Tumbes.
En Lima, los reportes provienen de distritos como San Juan de Lurigancho y otros del norte como Carabayllo.
Lo lamentable es que la información de las denuncias aún es escasa. ¿La razón? Falta un registro que centralice los reportes de todas las comisarías y Divisiones de Investigación Criminal (Divincri) en todo el Perú. “Eso evidencia la falta de monitoreo. Si el Ministerio del Interior estuviera haciendo su trabajo, notaría que hay regiones que no registran desapariciones”, critica el criminólogo Gustavo Dávila.
En junio del 2003 se publicó la Ley 28002, con la cual se crea un registro nacional de personas desaparecidas. Uno de sus artículos señala que mientras el Estado elaborara dicha herramienta, se podía dar carácter oficial a los sistemas actuales en funcionamiento. Este es el caso de www.peruanosdesaparecidos.org, en donde aparecen la fotografía y la descripción de los ciudadanos extraviados.
Once años después de promulgada la ley, no hay mayor novedad. El problema continúa: el uso de este sitio se limita al acceso de herramientas informáticas en las comisarías.
CARENCIAS DEL PROCESO
Una de las deficiencias detectadas en el proceso de búsqueda de desaparecidos es que el registro de las víctimas no se realiza de manera inmediata. El error que se comete habitualmente en las comisarías es ingresar la denuncia 24 o 48 horas después del hecho.
Esto lo vivieron Marina y Daniel Bernuy, dos hermanos provenientes de Iquitos que luchan por hallar a su padre en medio de más de 9 millones de personas en Lima. Los nietos del pescador, ya en retiro, Francisco Bernuy Tafur (73) creen que su abuelo volvió a su natal Belén. Sus hijos, que radican en Lima ya hace más de 5 años, trajeron a don Pancho el domingo 14 de diciembre para que conozca la capital y pasar las fiestas juntos. Sin embargo, él optó por salir el viernes 19, a las 10:00 a.m., de la casa de sus hijos, mientras descansaban.
Los vecinos solo lo vieron alejándose rumbo a la Vía de Evitamiento hacia el puente Santa Anita. Algunos creen que volvió a su tierra, otros sospechan que viajó a Cajamarca, de donde son sus padres.
Cuarenta minutos después de la salida de su padre, Daniel Bernuy notó la ausencia. Junto a su hermana Marina acudieron a dos dependencias policiales: en Santa Anita y Villa Hermosa. Nadie los recibió. “Esperen 24 horas” era el discurso errado de los agentes. Un día después, recién concretaron la denuncia. Ese mismo día, Rubén, el joven vendedor de autos, no volvería a su casa.
INFORMACIÓN
SECUESTRO. El año pasado se registraron 4 secuestros típicos o agravados. Del total, 3 correspondían a menores. Dos personas murieron.
CAMBIO. Los Leiva piden que el caso pase a la unidad de secuestros u homicidios.
Perdido. José Luis Quispe Bejar (34) se perdió por segunda vez el martes 6 de enero. Vive en El Agustino y sufre retardo mental.
Ayuda. Para ofrecer información puede llamar al 330-7068 o #972632056.
Casos. Si ha visto a Rubén Leiva, Deisy Gutiérrez o Francisco Bernuy puede llamar a los siguientes números (respectivamente): 987-331644, 966-001-619 y al 986-860290.
Fuente: La República
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